El operativo de las catiritas

La Policía de Tránsito de Chacao tiene un particular método sorpresa, en los que ficha sin haber cometido delito.

Son un poco más de las 11 del pasado viernes de quincena y a una cuadra del Centro San Ignacio un operativo de la Policía de Tránsito de Chacao mantiene ocupados a casi 20 funcionarios que han dejado un solo canal disponible para mirar con atención todos los vehículos que por allí transitan, en una labor que a simple vista luce normal, de rutina.

Concluyo, según las pistas que me dio el funcionario que escogió mi vehículo, que ellos están allí a la caza de borrachos tempraneros. Pero a juzgar por los cuatro carros que han detenido, allí se ejecuta una pesquisa muy particular. En esos minutos sólo le han pedido papeles a mujeres, y todas ellas –debo también incluirme – parecen ser mayores de 30 años, con pintas que no indican que vienen o van de algún guateque.

El funcionario que revisa casi impresionado mi documentación en regla, reitera que se trata de un operativo para medir el grado de alcohol de los pilotos, pero cosa extraña, en ningún momento sugiere que pasaré por el alcoholímetro o test parecido. Habría sido ideal porque lamentablemente hasta esa hora no había consumido más que jugo de lechoza y todo indicaba que nada cambiaría mi sobria condición porque ya estaba a una cuadra de casa.

“No tiene multas pendientes por pagar”, dice. “No”, respondo, en mi decisión firme de no decir más que monosílabos, agotada de la jornada. Pero en eso repregunta: “¿Está segura que nunca le han puesto una multa en Chacao?”. Fue evidente que dudó de mi respuesta, porque decidió repetir mis datos y la placa del carro por radio, mientras mantenía mis documentos en sus manos. Acababa de convertirme en una verdadera sospechosa.

“Es que esto es una retención de rutina”, me explicó, pero yo no comprendía que de extraño podían tener tres adultos, que de regreso del trabajo, salían de la arepera. No hubo mayor explicación. En cambio, me advirtió que iba a llenar una ficha con mis datos.
¿Cometí algún delito? ¿Me hizo una prueba de alcohol? ¿Debía alguna multa? No, no y no. Pero estoy fichada por la policía de Tránsito de Chacao, porque a este señor le dio la gana y listo.

Cuando insistí en lo arbitraria de su decisión y le pedí mis documentos, no dude dejar de repasar frente a él las últimas noticias que del Centro San Ignacio se habían publicado en la prensa. Esas que contaban que allí a las 3 de la mañana mataron a un funcionario de Cadivi, que cerraron un local por tráfico de drogas y que ese es el sitio preferido de menores de edad con ganas de embriagarse. ¿Qué hace usted fichándome a mi en vez de pescar malandros o verdaderos borrachos en carros último modelo?

“Tendré que buscarlos en Petare”, remató arrogante el funcionario, sin devolver los documentos que tanto cuesta obtener en este país. Después de llenar la ficha, y comentarme una y otra vez que allí se quedarían mis datos por razones de rutina, me entregó los papeles y me dijo que podía irme.

“No me hable así señora”, fue su último comentario. Contenta de tener mi cédula de regreso decidí no decir una palabra más y aceleré. Fue allí cuando me di cuenta que el policía permitió dejar libre a esta sospechosa, sin siquiera sugerirle que se colocara el cinturón de seguridad. Atrás se quedaron las otras tres señoras rubias conversando con otros policías. ¿Las habrán fichado a ellas también?

(Crónica de Corina Rodríguez, periodista y residente del municipio Chacao)